miércoles, 20 de febrero de 2008

La iniciación mía en el tambor secreto Añá, Por José Millet

La iniciación de un omo-alaña

José Millet milletjb2007@gmail.com

Antropologo cultural - coordenador de la Casa del Caribe y redactor de www.latinoamerica-online.info

En el día de hoy sábado, 10 de enero del 2004, comenzó el complejo ceremonial de iniciación a un grupo de aleyos de Ifa en los secretos de los tambores sagrados de origen yoruba conocidos por Batá. Esto los habilitará no sólo para estar en capacidad de percutirlos, sino incluso para poder recibirlos en otro complejo ceremonial que esperamos conocer. Importantes y prominentes sacerdotes de Ifá denominados babalawos se dieron cita en la casa-templo del difunto santero Vicente Portuondo Martín, Obae Koso, en la calle Pérez Andre numero 55, entre las calles Bonifacio Byrne y Mártires del Virginius, del barrio de Los Hoyos, el más tradicional de esta ciudad de Santiago de Cuba. Este igbodu fue un desprendimiento del también difunto Reynerio Pérez, a quien se le atribuye la introducción de la Regla de Ocha o santería en la localidad.

La ceremonia fue presidida por el oluo Juan Martén Portuondo , Guancho, Irete Ansa, dueño del tambor Añá Abure Okán Ará Iraguó Ifá Ashé ante el cual habíamos decidido consagrarnos, nacido del tambor sagrado Ochaché Ilú, de Esteban Domingo de La Caridad Vega Bacallao, Chachá, cuyo nombre en la religión yoruba es Ochún Ladde. De este nació el primer tambor añá que se introdujo en Santiago de Cuba el 17 de septiembre de 1989 perteneciente a Milian Galí Riverí, famoso tamborero, profundo conocedor de la música afrocubana con varios libros inéditos y exquisito y experimentado artesano constructor de estos instrumentos. Se afirma que el tambor de Chachá, de Matanzas, es descendiente del de Carlos Alfonso, descendiente directo de africanos y quien vivió en Madruga en las primeras décadas del siglo XIX. Poco menos de un mes después nacería el segundo tambor añá introducido en nuestra ciudad, el de Vicente, de La Playita, nacido de Aldo Fó, en posesión hoy de Papaíto, según Yayo, tamborero de batá y oficiante presente.

Lo asistieron varios sacerdotes de esta religión conocida también por lucumí, como su primer tamborero, Tomás Hechavarría, en Ocha Eshú Kere, hijo del difunto italero Ibrahim, quien pasó a la historia de esta religión por haber oficiado la primera ceremonia religiosa afrocubana en público, en el marco de la tercera edición del Festival del Caribe, que tuvo lugar aquí en abril de 1983 y de la cual fui testigo de primer orden. Junto a él se muestra muy activoYayo, cuyo nombre de pila es George Gakin Faría y en Ocha Obaé Kosó, y con la participación del babalosha Andriol, una de las cabezas del cabildo. Entre los casi veinte iniciados se encontraba el olúo Francisco López Maceo, owó Orunmila Osa Ashé, cuyo ángel de la guarda es Omó Inle, el iyawo Raidel Romero, en Ocha Babá Ofún Ikú y mi persona, abofaká, cuyo oddun o signo en la Regla de Ifá es Ojuani Ogundá Iré.

Los sacerdotes se reunieron en el cuarto sagrado y realizaron un conjunto de actos que tienen un carácter estrictamente secreto, al punto que sólo pueden acceder al recinto aquellos indicados por su jerarquía o función especifica en este proceso iniciático. En primer lugar se da conocimiento y al mismo tiempo se rinde honor a las personalidades de estas religiones de base africana ya fallecidas, mencionando el nombre que cada una de ellas adquirió al ingresar en la Religión de origen yoruba.

Colijo que entre las principales actividades están las que se refieren a la preparación del líquido lustral conocido en santería por omiero y las pinturas que luego desempeñarán un papel fundamental en la iniciación. Todo esto es realizado con rezos y cantos ejecutados en yoruba y todo a puertas cerradas.

En el pasillo del patio de la casa-templo donde nos encontramos, varios sacerdotes proceden a vendarnos los ojos con telas gruesas y de diferentes colores, con la advertencia estricta de que quien se atreva a mirar lo que va a ocurrir quedará ciego; luego nos conducen al recinto sagrado y nos piden colocarnos de rodillas frente a lo que podría definirse como altar principal. Recomienzan los cantos, rezos e invocaciones hasta que nos piden extender los brazos en posición vertical de frente al sagrario con las manos abiertas en posición cóncava; se procede entonces a dibujar en las manos círculos concéntricos partiendo del centro de cada mano con pinturas de colores que dependerá del oddun o signo de Ifá de cada cual. Al tiempo que se producen nuevos rezos, nos ordenan bajar las manos en las que se depositan porciones de yerbas que supongo pertenecen al omiero, las que deberán ser frotadas en la parte cóncava y el reverso de ambas manos.

Una porción sólida del depósito intuyo que se trata de un trozo de jabón con el cual se frota y luego echan agua para culminar la borradura de lo que han pintado en ambas manos. Finalmente, no queda rastro de estos dibujos.

Nos ponemos de pie y nos retiran las vendas con la indicación de que no abramos los ojos hasta que nos lo ordenen y que lo hagamos muy lentamente. Cuando lo hacemos, descubrimos frente a nosotros, situados en el piso, el juego de los tres tambores sagrados batá, encima de los cuales hay otro también con dos parches, pero muy pequeño y de apariencia vetusta que es el añá, orisha que permite la comunicación a través de estos instrumentos musicales con el mundo de lo sagrado, en su acepción mas genérica. A su alrededor, y también en idéntica ubicación, están el receptáculo de Osain y las soperas de los orishas relacionados estrechamente con el fundamento de estos tambores.

El olúo principal nos dice que hemos entrado en el secreto del añá, el cual jamás podrá ser revelado bajo pena de sufrir el castigo más grave y que entramos en una relación que nos hace a partir de ese momento hermanos en esto que se denomina omó-añá u omo-alaña dentro de la Regla de Ifá. Nos sirven ron en una jícara que deberemos beber en el orden jerárquico que parte del olúo recién iniciado, el iyawó y mi persona, pasando al resto de los iniciados. Saludamos a los padrinos y nos abrazamos entre sí los iniciados.

A continuación nos desalojaron del cuarto sagrado y nos hicieron bañar con el líquido lustral que colijo haya sido preparado al inicio de este complejo ceremonial.

Luego se procede a darle de comer al fundamento de cada uno de los entes implicados con esta Sub-Regla: a Shangó, a Obbatalá, a Yemayá, a Osain, a Añá y a los cada uno de los tambores batá, incluyendo el chaguaró o juego de campanas y cascabeles que enlazan a cada uno de ellos. En cada uno de los sacrificios se nos pide limpiarnos el cuerpo y luego el piso, hasta eliminar todo rastro de sangre en él. Se emplea miel de abeja, aguardiente y agua clara. Se consulta con las cinco conchas de coco u Obbi si todo lo ocurrido se ha hecho correctamente, si se necesita algo adicional o si ha sido aceptado por las entidades supranaturales a las que se han dirigido las ofrendas mediante los mencionados sacrificios. Todas las respuestas fueron afirmativas.

Los animales sacrificados son retirados. Salimos del recinto a la espera de compartir la fiesta que se deberá preparar para celebrar nuestra entrada en los secretos del añá. El domingo se decreta día de descanso o reposo para las entidades que han sido alimentadas desde el punto de vista de los sacrificios rituales propios de esta religión y también para nosotros, que deberemos conservar la pureza y actuar como iyawós, lo que implica restricciones como las de no ingerir bebidas alcohólicas ni tener relaciones sexuales. El lunes siguiente, a partir de las once de la mañana, se concretará la iniciación mediante la presentación de cada uno de nosotros ante el tambor de fundamento...para lo cual cada uno de nosotros deberemos ir vestidos de blanco y llevar un plato con dos cocos, una vela, una botella de ron de calidad, frutas y un ramo de flores.

Cuando a esa hora temprana de la mañana entramos a la casa-templo, debimos lavarnos las manos con un líquido lustral en una palangana colocada encima del mueble donde vigilan el ilé-ocha los guerreros, a la derecha de la puerta de acceso principal a la vivienda. Luego de atravesar la sala, nos enfrentamos en el comedor transformado en la plaza: espacio sagrado donde se colocan los fundamentos de la Ocha del olúo dueño de los batá, presidido por una especie de trono donde destaca Obbatalá, al fondo, y escoltado por sendos Changó, encima de uno un gallo y ,en el otro, el collar de mazo de este orisha dueño de los tambores y de la música; a un lado Ossun (primera vez visto por mí encima del piso) y, en su lado opuesto Eleguá, y entre ambos la figura antropomórfica de Osain.

La colocación de los tambores batá en la plaza, marca el inicio de esta parte de la iniciación conocida como la presentación del iyawó ante el añá. Con suma discreción y cuidado es puesto el tamborcito añá encima del fundamento de Changó que porta el collar de mazo. El olúo Guancho prende dos velas, una roja y otra azul, encima de un plato colocado en el piso exactamente en el borde de este espacio. Se le da Obbi con las cuatro conchas del coco a Eleguá, a eggun y al erí (cabeza) del sacerdote que oficia y del resto de los presentes, a Obbatalá... Las entidades consultadas responden en general afirmativamente y se pasa al oro seco: Yayo ejecuta el tambor de Obbatalá situado frente a la plaza, a su derecha el de Changó y a su izquierda el de Yemayá.

A continuación proceden a encerrarnos en el cuarto sagrado donde descubrimos canastas con frutas diversas, enormes racimos de plátanos verdes, una vela encendida en un plato colocado en el piso enfrente al altar y una multitud de botellas de ron. En una mesa situada en la cocina están colocados los ramos de flores traídos por nosotros.

Nos llaman minutos después al convite: nos sientan en una larga mesa en cuyas cabezas se sitúan Guancho y el otro oluo que se esta iniciando, al lado del primer yo, por orden de edad, luego el iyawó y los demás que tienen jerarquía en Ocha. Frente a cada cual hay un plato boca abajo, un vaso y cubiertos. Las apetepbí-añá colocan los alimentos y proceden a servirlos en el mismo orden mencionado. Guancho comienza a comer, y al mismo tiempo cada uno de nosotros. Las asistentes retiran los utensilios y recipientes, de los que quedan solo los platos con restos de alimentos que son pasados por cada uno de nosotros, rotando cada plato a lo largo de la mesa, al plato de Guancho siguiendo siempre el mismo orden. La apetepbí Carmencita regresa con un plato vacío y se arrodilla frente a Guancho, quien le hace un rezo y echa los restos de su plato en el otro que ella retira.

Unos minutos después, ella regresa con una palangana que contiene agua clara y un jabón en el fondo, con el cual cada cual se lava las manos y se las seca con una toalla blanca, a continuación de lo cual se deposita una ofrenda monetaria que se hunde en el agua y se pasa por cada ojo (hay quien se persigna con ella) hasta dejarla colocada en el borde del recipiente. Desde el principio de esta ultima acción se ha entonado un canto a la apetepbi-añá, en forma responsorial con momentos de gran altura tonal. Luego ella se lleva la palangana a la cabeza y baila con ella, hasta desaparecer de la escena. Instantes después reaparece con el mismo recipiente que ahora contiene solo la ofrenda monetaria que es bendecida por el olúo principal, quien no sin cierta ironía y jocosidad le dice que así como cada cual depositó determinada cantidad se le reproduzca en salud, paz y bienestar para ella y los demás.

Después de concluida la cena, sigue nuevamente nuestra la reclusión en el cuarto sagrado, donde se comparten chistes, risas y actos humorísticos. El oro cantado frente a la plaza se prolonga bastante hasta que se presentan los olúos y babalawos en el patio y piden a las mujeres sentadas retirarse de allí a la sala-comedor, donde tendrá lugar la última escena del complejo ritual. Traen el tambor añá a nuestro recinto y, ahora siguiendo otro orden que no es el que aquí ha prevalecido hasta ese instante, se lo colocan a cada iniciado terciado en el pecho, en el brazo izquierdo una canasta de mimbre llena de frutas, una botella de ron, y el ramo de flores traídos por cada cual , mientras que en la mano derecha se aprieta el gallo. Finalmente le colocan un enorme racimo de plátanos verdes en el hombro derecho. Un olúo saca al iniciado del cuarto sagrado al compás de los tambores batá y los cantos responsoriales de varios sacerdotes que acompañan a ambos en forma de procesión; uno de estos lleva una jícara con agua que va esparciendo por el camino que debe a continuación transitar el iniciado, quien debe hacerlo bailando desde allí hasta el centro de la plaza, donde describe un círculo hasta situarse frente los instrumentos musicales sagrados de esta religión frente los cuales baila también. Luego retiran la canasta y el gallo para conducir al iniciado ante el tambor iya que debe percutir al compás de los dos restantes. Luego percute brevemente cada uno de los dos restantes tambores bata.

Finalmente el iniciado se postra a los pies del padrino Guancho, quien le hace los toques rituales en los hombros y lo hace poner en pie. Viene el abrazo entre padrino y ahijado, este último entrega el ramo de flores a una de las mujeres colocadas al lado de este olúo. Vuelven a colocarle la canasta en el mismo brazo y el racimo de plátanos en el mismo hombro con los cuales regresa adonde se saco bailando al compás de los tambores acompañados de los mismos cantos.

Todos los iniciados somos vueltos a recluir en el mismo recinto; irrumpen los tambores con otros toques y los olúos nos sacan en el mismo orden en que fuimos presentados ante el añá para conducirnos al mismo escenario de la plaza, ahora para bailar en colectivo frente a los tambores de fundamento, repartir las frutas y brindarles ron a cada uno de los presentes. La emoción sube de tono, los abrazos y alegría contribuyen a crear un clima de fraternidad autentica, me encuentro con Milián Galí junto a Guancho, nos abrazamos y compartimos un trago de ron. Me percato entonces que una multitud no solo ocupa todo el recinto donde se ha producido la presentación ante el añá, sino que desborda la calle, como en período de carnaval, donde se comparten diversas bebidas, se conversa y se esta en sana armonía y alegría. Queda abierto para mí el camino para alcanzar lo marcado por una consulta que me hicieran en Venezuela en presencia de mi padrino en Palo Vicente Portuondo Martín: hacerme Ifá... Quiero conocer más para adquirir mejor conocimiento de mí mismo, de mis semejantes y de la vida en general para intentar alcanzar un estadio superior de existencia que me permita actuar cada día con más inteligencia y, si es posible, al final, con sabiduría.

Santiago de Cuba, 13 de enero de 2004

martes, 19 de febrero de 2008

Un santiaguero en Coro, por José Millet

El autor (con boina negra) en Santiago de Cuba junto con los poetas cubanos Ariel James, Jesús Cos Causse, Marino Wilson Jay, Victor Romero Laffite y el poeta norteamericano Garry Tuterrow.

Un santiaguero en Coro, por José Millet

Mi familia

Hace muchos años, en el arranque mismo de Los Andes me encontré, en una comunidad aborigen, con el rostro de mi madre: exactamente como hoy lo veo en mucha gente con que me ha tocado vivir aquí en Falcón y en otros muchos sitios de este mágico país. Mi madre era "india" no sólo por su biotipo, cuya réplica me impactó al encontrarla hace muchos años en Lara cuando por primera vez ascendí a la Cordillera de Los Andes y me encontré con una comunidad nativa, sino por su apego a la madre tierra, al tabaco y al mundo de los espíritus. Cuando ahora aquí asisto a y estudio Las Turas me parece estar dentro de ese círculo de concentración de fuerzas mágicas que perfila el denominado "espiritismo de cordón" u orilé que existe en el Oriente de Cuba y al que perteneció mi madre desde que era prácticamente una niña. A diario, ella se ponía en contacto con esas fuerzas sobrenaturales que nos rodean y a las que la "civilización" o cultura eurooccidental se ha encargado de distanciar colocándonos en nuestros ojos una especie de visera y en nuestro cuerpo aislantes para impedirnos percibirlas, contactarlas y canalizarlas en bien de la Humanidad. Ella decía que entre los espíritus que acudían en auxilio de sus prácticas de sanación estaba el Médico Prodigioso, quien se identificaba como "El Doctor Gregorio", porque no era si no el Doctor José Gregorio Hernández, médico venezolano presente también en la religiosidad popular de otros países de la región, como República Dominicana.

Cuando escuché la canción de Alí Primera dedicada a su abuela Mama Pancha sonreí, porque mi madre no era sólo rezandera, sino también chamán: invocaba las fuerzas que más arriba quedan dichas y colocaba sus manos encima de las personas que diariamente traían a nuestra casa para curarlas. Le hacían colas desde que amanecía hasta altas horas de la noche. No tenía altares ni imágenes de ningún tipo: decía "trabajar con la Providencia Divina o El Santísimo", es decir, sin que mediara otra cosa que "las corrientes espirituales" situadas en el "más allá" o en un centro ubicado en el cosmos. Sólo invocaba esa fuerza divina y decía sus oraciones, al principio usaba nada que esos recursos. Santiguaba a todo el que le traían a nuestra humilde vivienda de mampostería, techo de paja y un corredor de zinc. Y siempre, en la noche, cuando dormíamos nos santiguaba y colocaba debajo de la cama un vaso de cristal con agua transparente. En la mañana, bien temprano, sacaba por la puerta de entrada principal una palangana con agua que echaba en todo el frente de la casa, en la calle de tierra que era lo predominante en los barrios pobres. Ese recipiente dormía toda la noche en la sala y su contenido evitaba que se filtraran maleficios que podían sorprendernos en el sueño y se iba al exterior con todas las impurezas que pudieran haberse quedado aprisionadas en ellas.

Bien entrada la década de los sesenta percibí que mi madre usaba gajos de algunas plantas humedecidas, como la albahaca, para esos "despojos" o formas de terapias que tanto bien hacían a las personas, quienes manifestaban salir muy "frescas" de tales operaciones benéficas que después descubrí tenían un efectiva función de sanar somática y psíquicamente. Muy tarde fue que mi madre fue levantando su altar con escalones de madera, todo cubierto con tela, en el que fue colocando imágenes de bulto en yeso, como las de la Virgen de La Caridad de El cobre y de San Lázaro, ese santo milagroso en el que tantos cubanos creen. Esos santos eran escoltados por vasos de cristal con agua transparente y algunas fotos de familiares fallecidos.

Mi madre fue víctima de los procesos de diverso signo por los que atravesó la Revolución cubana: al principio escondía las imágenes de sus santos, los vasos de agua y se reprimía de manifestar sus creencias, porque era objeto de burla por sus hijos y otras gentes en quienes el materialismo ateo que predominaba en la sociedad hacían que esto fuera visto como "cosa de atraso" o de superstición. El enfrentamiento del Estado con la Iglesia Católica se extendió en general a todas las religiones y la religiosidad popular del pueblo cubano sufrió los efectos de la aplicación de políticas desacertadas que perjudicaron estas expresiones de la espiritualidad del pueblo que nació primero como mecanismos de resistencia frente a la cultura "oficial" española, luego como formas de cristalización de una identidad propia en el proceso de nuestras guerras por la independencia nacional y, lamentablemente, a quienes las portaban. Afortunadamente, otras raíces de la cultura nacional disfrutaron de mejor suerte, como es el caso de las religiones afrocubanas que no sólo se afianzaron y extendieron por todo el archipiélago, sino que establecieron en plaza en casi todos los continentes con la gran migración de cubanos que, por diversos medios y motivos, decidieron marcharse de Cuba.

Cuando recibí la noticia de su muerte, estando yo aquí en Venezuela, lo primero que me cruzó por la mente fueron aquellas veces que la reprimí por el uso de esos objetos religiosos que ella iba colocando cada vez en zonas más visibles de la casa, en la medida que ya habían avanzado sus años, sentía en carne propia la soledad por la ausencia de sus hijos y la muerte de tantos seres queridos. Paradoja del destino: sería el espiritismo lo que más estudiaría yo luego que me gradué en la Universidad y me dediqué por entero a la investigación antropológica en el área de la religiosidad popular. Esa era la actitud general que imperaba en la gente y sobre todo en los jóvenes en relación con las generaciones precedentes, más si se trataba de un joven radical como yo, que obtuve la militancia comunista a los 13 años de edad.

La otra embestida la recibió de la ola de "patiblancos" o Testigos de Jehová que había en el barrio y que incrementó su proselitismo después del último congreso del Partido que se realizó en Santiago de Cuba y, de manera más drástica, debido a los cambios producidos a raíz de la visita del Papa a Cuba en 1998. Esas y otras denominaciones, como las evangélicas, consideran esas creencias y esas prácticas como diabólicas o satánicas. Mi mamá se había quedado a vivir sola en la casa hacia la que nos mudamos en 1963, sola quiero decir porque vivía con mi hermana Nurys Josefa, que la atendía más que a la perra de mi hermano Pedro que vivía en los altos de ese chalet. Esa gente llegaron a "comerle el coco" a tres de mis hermanas que la atacaban ferozmente en mi ausencia y, cuando cierta vez me llevé a vivir a mi apartamento de Santiago a La Vieja y a Rosa, mi hermana mayor, acabé con esta agresión amenazándola con tirarla a la hoguera, litera y prácticamente hablando, si volvía a repetirle a mi madre que esas creencias y prácticas eran cosas del diablo. Al volver a su soledad en el barrio pobre y de negros que es Pueblo Nuevo, la situación se repitió, ahora en su relación con mi sobrino Ronald, abrazado a no sé qué " religión" que lo hacía volver por las mismas andadas proselitistas, ahora con la ventaja de que la salud mi Vieja se había quebrantado al extremo de que le impedía moverse de la casa.

Mi madre asistía desde hace mucho tiempo al "templo" o centro espiritista de Nemesio Patterson, un negro fornido que después descubrí descendía de una familia jamaicana, que fue en el Oriente del país donde más antillanos se ubicaron en las primeras décadas del siglo pasado. En un barrio humilde, en una casa de "gente de color" (así se la llamaba antes de 1959), con bancos de madera dispuestos a cada lado de la nave desprovista de paredes laterales que habían levantado al fondo de la casa, a manera de anexo, se reunía una comunidad de hombres y mujeres para escuchar las Oraciones Escogidas de Allan Kardec, las invocaciones a los espíritus para luego enlazarse de manos y adentrarse en una danza que terminaba en un trance colectivo. A esas sesiones semanales mi madre nos llevaba a nosotros que no entendíamos nada de lo que sucedía allí y que aprovechábamos la salida nocturna para jugar con amiguitos de esa familia a la que tan entrañables lazos nos unió siempre. Cuando había "misa de muerto" en alguna casa que no era la del templo, si que disfrutábamos más porque al final se repartía un refrigerio que consistía en dulces de los que vendía mi padre en su Kiosco, refresco y para los mayores chocolate caliente. Nosotros teníamos familia en el campo, en un sitio relativamente cerca de la ciudad de Holguín que se llama Mayabe, adonde íbamos en las vacaciones a solazarnos y donde asistí al velorio de un pariente de mi abuela materna en que, para sorpresa mía, se sacrificó un toro del que estuvimos comiendo casi dos días y durante la noche se hicieron cuentos y la gente se divirtió como si se tratara de una fiesta.

Mi madre era y murió siendo comunista: jamás aceptó un centavo, ni nada material ni de otra naturaleza a cambio de las curaciones y las labores espirituales que hizo durante toda su vida, labor misionera, como ella gustaba llamarla, que se interrumpió por cierto estando yo aquí en Venezuela, hace unos años, debido a su gradual estado de deterioro físico. Me aportó esa dimensión espiritual y el desprendimiento que forman parte de mi "equipaje de viaje", que he llevado a todas partes.

Mi padre en cambio era escéptico en todo; creer sólo en uno mismo: en aquel capitalismo salvaje, él enseñaba un pragmatismo que nos ayudó a tomar conciencia de que había que valerse por sí mismo: trabajar y estudiar para no ser "esclavo de esclavos". A las cuatro hembras, y en particular a los cuatro hermanos, nos exigió que estudiáramos como única manera para abrirnos paso en una sociedad a cuyas cumbres sólo accedían ricos y pudientes, donde era casi imposible que un pobre llegase a gobernante o a profesional altamente calificado. En cuanto a sus creencias, se burlaba de nuestra madre cuando ella emprendía viaje a ese otro mundo del que nos hemos desprendido la mayoría de los humanos. Viéndolo desde la perspectiva del tiempo, aquella tensión entre mis padres era buena: que hubiera modos diversos de ver el mundo equilibraba nuestra formación personal. Pero el hombre es aquello que dije y algo más: fruto de su genio y aun más de circunstancias mucho más amplias.

El resto de la familia "nuclear" vive en la Isla, en el cual incluyo a mi hijo Joseph James…; mis padres descansan allá uno cerca del otro, como están próximos en el "más allá" todos mis abuelos... Tengo varias sobrinas en Alemania, en compañía de su padre, mi hermano "El Negro", único de los ocho que sacó el gen africano o indio. Esta ubicación resulta inusual, porque el cubano tiene un sentido del arraigo a su terruño tan fuerte como lo ha tenido el venezolano: es que el nuestro fue también un país de inmigrantes, como Venezuela.

Hijo de la Revolución Cubana

En esa relación humana en el interior de la familia encontré gérmenes de rebeldía: de labios de un amigo de mi padre escuché hablar por primera vez de revolución y de libros, en el mostrador del bar suyo donde iba aquel negro tabaquero a beber su caña clara del día. Aquel negro tan exageradamente espigado era quien corría conmigo a la Casa del Socorro cada vez que me accidentaba producto de mis continuas aventuras, cosa que sucedía con frecuencia inusual, porque yo era un niño de armas tomar. Mi abuelo paterno había herrado caballos del Ejército Libertador Mambí al paso por aquella geografía de las tropas que comandaba el General Antonio Maceo, según me contó mi abuela, quien había perdido varios niños en aquella guerra y murió con una medalla por haber sido colaboradora de aquellas gestas por nuestra independencia.

Eran tiempos de sangrienta dictadura. Me enfrenté siendo un niño a la muerte: cada día aparecían jóvenes asesinados por la dictadura de Batista, cuyos sicarios extorsionaban el pequeño negocio de mi padre, quien los veía con la más absoluta aversión. De hecho el padre de un amiguito del barrio lo encontraron tirado en una cuneta donde lo habían tiroteado y otro adolescente a quien queríamos cayó cuando los soldados lo sorprendieron, herido, oculto en una alcantarilla a la que arrojaron una granada. A ocultas, en nuestra casa se hablaba de la lucha armada que desbordaba ya la Sierra Maestra: de Camilo y de Fidel; de hecho, uno de mis hermanos estaba conspirando para alzarse en el monte con la guerrilla. Las avionetas ametrallaron parte del barrio cuando los "barbudos" se aproximaban a ella para realizar atentados, como el corte de la luz eléctrica.

Fue natural, pues, que mi hermano mayor y yo camináramos mucho para ir a recibir al Ejército Rebelde en aquel día de enero de 1959 que nos despertó con el Himno del 26 de Julio cantado por Daniel Santos. Yo estaba próximo a cumplir diez años de edad. Uno de los hechos que marcó para siempre mi vida: el abrazo de los hijos barbudos con el pueblo y las lágrimas corriendo en las mejillas de los familiares en un memorable encuentro, luego de haber vencido la bala asesina, la tortura y la muerte. En aquellos días, me sumé a la masa del pueblo en la persecución de los chivatos y esbirros, que todavía estaban armados, en su furia frenética contra todo lo que simbolizara la dictadura y el poder de aquel gobierno instaurado mediante un golpe militar. Como lo sería mi incorporación temprana al movimiento de la Asociación de Jóvenes Rebeldes (aunque no tenía edad), a las Milicias Nacionales Revolucionarias donde aprendí a manejar un fusil y me lo eché al hombro sin tener tampoco la edad requerida. Mi carácter terminó de forjarse en aquellos "tiempos duros" donde pasamos las de Caín, pero resistimos, luchamos y vencimos, como lo seguimos haciendo hoy donde quiera que estemos, dentro o fuera de la patria.

Camino al mundo de la cultura.

También a esa edad adolescente comenzó mi preparación teórica: con amigos vecinos del barrio que habían hecho la experiencia de los "Cinco Picos" (subir cinco o más veces la montaña más alta de Cuba) comencé a estudiar en una de las Escuelas de Instrucción Revolucionaria, de la que pasé a otra Escuela Básica de Marxismo-Leninisno y aquella plataforma allanó el camino hacia un estudio permanente de la Filosofía que no ha cesado hasta el presente. Luego de mi ingreso a la Unión de Jóvenes Comunistas, me convertí en un dirigente político que tomó consecuentemente el modelo de hombre y de revolucionario del que no me he apartado nunca: el del Che Guevara. No ha habido otro hombre que haya sabido alcanzar las virtudes de este ser a quien respeto y tras cuyos pasos he marchado sin vacilación. Llegué en 1965 a La Habana donde quise estudiar en el Instituto Técnico Militar del cual causé baja por secuelas de un accidente automotor tenido dos años antes y ciudad donde finalmente hice mi bachillerato en un instituto preuniversitario militar.

Desde la más temprana infancia, súbitamente me invadió la conciencia de ser un ser poco común: poseedor de una rara sensibilidad hacia la Naturaleza, las aguas, los animales y las plantas, a los que defendía y con los que conversaba en mis frecuentes escapadas al campo o al río. Escribí en cuadernos escolares muchos poemas y letras que no encajaban en las formas tradicionales o las aceptadas por la Preceptiva literaria al uso. De ahí que la primera opción elegida cuando decidí entrar en la Universidad fue la carrera de Letras, aunque en los estudios medios había obtenido tan buenas calificaciones en ciencias exactas como en Humanidades. Pero en el mismo año del comienzo de la carrera, el Partido Comunista me seleccionó junto con otros alumnos para estudiar Filosofía en la Universidad de La Habana, donde me vinculé a compañeros de una ideología avanzada que habían edificado un revista que pasará a la historia de las ideas de América Latina como un vivo ejemplo de lo que es la máxima amplitud de miras en lo que respecta al pensamiento a que se puede llegar manteniendo un nivel de invariable compromiso político : Pensamiento Crítico, calificada por el antropólogo brasilero Darcy Ribeiro como una de las más valientes en cuanto a corriente de ideas emancipadoras se refiere en el marco de una joven revolución.

Me honrará siempre haber estudiado y pertenecido al Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana y haber sabido sostener hasta el presente una entrañable y noble relación con la mayoría de sus integrantes, incluidos a quienes hicieron esa revista, entre quienes debo nombrar a José Bell Lara, Hugo Ascuy y, en lugar privilegiado, a su director, el hermano digno de admiración Fernando Martínez Heredia. Creo que ésta pudo haber sido la mejor carta de presentación para entrar al mundo académico en cualquier lugar donde me hubiese encontrado y asimismo ante "las izquierdas" del mundo, incluida la venezolana. Como lo será siempre haber sido uno de los fundadores del Festival del Caribe y de esa prestigiosa institución que lo ha sostenido a lo largo de más de un cuarto de siglo: la Casa del Caribe. Me honra también, y no en menor euritmia y alcance, haber compartido la segunda gran etapa de la lucha de la intelectualidad orgánica surgida en el seno de la Revolución Cubana que tuvo y tendrá en Joel James Figarola uno de los pensadores y filósofos más radicales y valientes, no sólo en lo que respecta a la lucha-- resuelta y decisiva-- por las ideas independientes, sino en lo que respecta a la necesidad de enfrentarse permanentemente a la burocracia de manera frontal, por cuanto el pensamiento y la conducta que ella genera son el verdadero cáncer que termina por minar los procesos revolucionarios.

Cultura es "bellas artes", pero es también conocimiento: y a su estudio y producción le he dedicado parte sustancial de mi vida, tanto desde la docencia universitaria como desde el trabajo de la creación artística literaria, así como desde la investigación en el campo de las ciencias sociales y humanas, que es lo que pretendo continuar haciendo desde el Centro de Investigaciones Socioculturales del Instituto de Cultura del Estado Falcón donde actualmente trabajo.

Un hombre de letras

Soy un hombre de letras en tanto que mi pasión ha sido y es ser escritor, pero también pertenezco al mundo de las ciencias, esto último lo más difícil y angustioso cuando se vive en un país del "Tercer Mundo"; quiero decir, hombre de pensamiento, de ideas y de reflexión permanente acerca del ser y del misterio del universo y de la vida, pero apegado siempre a la búsqueda de la verdad y a su defensa intrnasigente. De hecho, el Ministerio de Ciencias, Tecnología y Medio ambiente, luego de muchos rigurosos exámenes y a través de una Comisión de Evaluación, me otorgó la categoría científica de Investigador Auxiliar, que cargo desde hace varios lustros con gran orgullo, por cierto; para acceder a la siguiente de Titular debo doctorarme…

Mi vida ha transcurrido por una larga avenida de estudios académicos. Hace 31 años me gradué en Filología en la Universidad de Oriente, luego de haber hecho intensos estudios de Filosofía en la de La Habana para dedicarme tiempo completo a la docencia universitaria y, finalmente, encaminarme en estos últimos veintiséis años al estudio del hombre y de su espiritualidad, que es parcela propia de la Antropología, en un Centro de Investigación. Las fiestas populares, entre ellas el carnaval; las diversas formas de religiosidad de los pueblos del Caribe- al que pertenece Venezuela por geografía e historia--, en particular las de base africana y el espiritismo han ocupado casi todo el tiempo de mis ocupaciones científicas de estos últimos lustros y de ellas llevo muchos trabajos publicados tanto en mi país natal como en otros de diversas latitudes del planeta. Quienes quieran saber qué he hecho en mi vida profesional, consulten Archivocubano en su dirección en la web: www.freeweb.supereva.com, hecha por el amigo antropólogo italiano Carlo Nobili y la revista Caribenet, de divulgación de las culturas caribeñas, hecha en colaboración con su directora, la también italiana y amiga querida Mariella Moresco: www.caribenet.info.

¿Te quedaste sólo al nivel de la escritura?

Soy hombre de esta época que vive bajo el signo de los medios audiovisuales y de las modernas tecnologías de la comunicación masiva que han hecho del mundo un pañuelo: en la Universidad, me dediqué a la docencia de la filosofía y más tarde de las Literaturas, al mismo tiempo que de la historia y la apreciación del cine, luego de haber dirigido cine-clubes y de haber publicado en los diarios cientos de reseñas y críticas de las películas que se estrenaban semanalmente en los cinematógrafos. Intervine en programas de radio y de cine a nivel nacional, algunos contaron con un público regular muy exigente por su alta preparación. En fin, he participado en el proceso de investigación previo a la realización de documentales de índole antropo-sociológica, algunos de los cuales han ganado premios en certámenes internacionales, como Huellas, que ganó premio en el Festival Internacional de Cine de Moscú… De ahí que ahora impulse el avance de la Cooperativa Productora de Audiovisuales "Visión-Manaure", perfil empresarial en el cual creo en tanto alternativa a las formas de explotación y apropiación propias del capitalismo que rechazo.

He prestado especial atención a los medios de comunicación masiva a lo largo de mi permanencia en la Casa del Caribe, institución de la cual soy uno de los fundadores y a la que quiero con todas las fuerzas del ser. Soy padre e hijo de ella a la vez, por lo tanto que debo a Joel James, recién fallecido, que fue el motor que la mantuvo navegando, en las encrespadas aguas del Mar Caribe, durante un cuarto de siglo. En ella inauguré el servicio del telex con la presencia del Ministro de Comunicaciones de la URSS, mantuve una comunicación fluida con parte del mundo académico relacionado con la región, por la vía del correo ordinario, del teléfono y, en los últimos años, del correo electrónico (no tuvimos Internet sino hace poco tiempo…) Son numerosas las publicaciones periódicas en las que he participado con diversas responsabilidades editoriales: Taller, Mambí, Letras, Impulso, Cancerbero, Del Caribe, Signos (del Ministerio de Cultura de Cuba) y OIKOS, del Instituto de Cultura del Estado Falcón. Ah¡ soy de los poquísimos cubanos que creé una revista en Internet siguiendo la voluntad de una intelectual extranjera y de la que soy Jefe de Redacción: ya la mencioné, Caribenet.

Tengo entendido que has ganado algunos premios en concursos…

Lo hecho hasta aquí, lo he hecho desinteresadamente en servicio de los necesitados y marginados de siempre, no buscando un beneficio personal. Sí, he ganado varios premios: Primera Mención por un libro de testimonios en el Concurso Nacional de Historia "Primero de Enero", del Departamento de Orientación Revolucionaria (DOR) del Comité Central del Partido Comunista de Cuba; y el de Investigación Sociocultural, otorgado por el Ministerio de Cultura de mi país natal, en dos ocasiones por dos de los libros publicados originalmente en República Dominicana.

Y, ¿ningún premio literario?

Algunos que ya casi he olvidado, el primero por un ensayo acerca del folklorista Samuel Feijóo…pero el más importante fue el de poesía, por mi libro Árbol más hermoso (todavía inédito) y el otro en ensayo, ambos otorgados en el Concurso José María Heredia, de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) a la cual pertenezco en mi condición de escritor y de "hombre de audiovisuales": de radio, cine y televisión...

¿Qué es lo más significativo de lo que has publicado?

Desde luego, algunos de nuestros libros publicados que son pioneros en el tratamiento de temas inusuales, como el descubrimiento de la existencia de la religión haitiana en Cuba y su alcance para la historia de la cultura a nivel nacional; soy uno de los cinco especialistas en el mundo que ha hecho tal clase de estudios en el marco referencial de mi país de origen y su relación con otro del Caribe. Asimismo, cargo una reputación y calificación parecidas en relación con el estudio del espiritismo en sus diversas variantes nacionales cubanas.

Finalmente, mis dos libros preferidos: el estudio antropo-sociológico hecho junto con Rafael Brea López y Manuel Ruiz Vila cuyo objeto fue la comparsa "El Kokoyé", del barrio Los Hoyos, principal foco de irradiación de cultura tradicional del carnaval santiaguero y Tiembla Tierra, libro-catálogo de la exposición de arte ritual afrocubano y espiritismo más completa de cuantas se hayan hecho en Cuba, de la cual compartí curaduría con el Tata Abelardo Larduet. El primero publicado sólo en Santo Domingo y el segundo en Santiago de Compostela, capital de Galicia. Y un lugar especial lo ha ocupado y ocupará El vodú en Cuba, publicado también primeramente en República Dominicana, en el cual se condensaron largos años de estudio y de investigaciones de campo a cargo de un equipo integrado precisamente por Joel James, Julio Corbea Calzado, Alexis Alarcón y mi persona. Tal vez alguna universidad repare en esta obra por el significado de los resultados que para las ciencias de la cultura comporta y nos otorgue alguna distinción académica. Es una pena que a los científicos sociales nacidos y que viven en países del Tercer Mundo no se les proporcione el debido reconocimiento a nivel internacional, como sí se les hace a aquellos pertenecientes al del denominado Primer Mundo. Esto forma parte del sistema de injusticia que establece como colateral de la estrategia de dominio de los centros de poder hegemónico a nivel mundial: acallar la capacidad del pueblo de general hombres de ciencia en casi todos los campos del saber humano.

Quiero también a muchos de los ensayos, estudios y artículos que he publicado en Cuba, así como en, Puerto Rico, Santo Domingo, Guadalupe, México, Polonia, Canadá, Brasil y Estados Unidos, país donde pronto verá la luz Sacred Spaces: afrocuban religions in Oriente, Cuba, obra en inglés hecha con la profesora Dra. Jualynne Dodson de la Michigan State University, que partió de la idea original del entrañable filósofo Julián Mateo, uno de los fallecidos y que es asimismo el fruto apetecible de nuestros estudios conjuntos durante casi una década. En el trabajo de campo trabajaron intensa y sistemáticamente sus alumnos, a quienes quiero y aprecio mucho. Eso mismo tengo la intención de hacer con académicos y estudiantes venezolanos, a quienes hay que inclinar a este tipo de estudios tan poco estimados en nuestros medios académicos domésticos, por la falta de visión y de desarrollo de mentalidades positivas que, por lo general, han prevalecido.

¿Y tus últimas publicaciones en Venezuela?

Nuestro último libro fue publicado el año pasado en Barquisimeto en colaboración con tres amigos guaros; se titula Alí Primera, entre la rabia y la ternura. Estoy escribiendo un libro biográfico acerca de este poeta que es ideólogo y mentor principal de esta revolución bolivariana que se inspira en su vida signada por la humildad del campesino creador y en su pensamiento político. Acaba de ser publicado el libro La Guinea, barrio afrocaribeño, fruto del estudio en equipo venezolano-cubano de uno de los barrios más emblemáticos y antiguos de Coro, al que lo habían desaparecido del catastro oficial de Miranda y del mapa y que, gracias al reclamo tesonero de sus vecinos durante dos años, le fue restituido sus límites territoriales, su nombre original y fue declarado patrimonio histórico-cultural del Municipio por el alcalde ingeniero Rafael Pineda Piña.

Por lo que me dijiste al principio de la entrevista, ¿puedo colegir que llegaste a Coro huyéndole a alguna tragedia?

De ningún modo por esa causa, ni por ninguna de cualquier otra naturaleza. Nunca ha estado en mi espíritu escapar de nada, sino todo lo contrario: afrontar las cosas como se te vienen encima. Pero, tratándose de tal caso extremo, recordar que uno no elige el lugar donde nace, pero sí donde muere. En definitiva, la existencia es mezcla de cosas que el hombre no alcanza a remediar y de su antítesis; resultante: la tragicomedia, más bien. En esta ocasión me trajo a Venezuela Alí Primera, mi gran camarada de la vida, a quien me une un profundad amistad y que es una lástima que sea tan poco conocido en lo que se refiere a la consistencia y profundidad de su pensamiento. Estoy viniendo a este país, de gente tan bella y diversa en el físico y tan rica espiritualmente, desde principios de los noventa y me casé con Coro, esta ciudad que tanto me recuerda a mi Santiago de Cuba, por la nobleza de su gente, callada y morena; por las montañas que la rodean que me recuerdan las de la Sierra Maestra que envuelven mi Santiago y por su historia, tan llena de peripecias y luchas también de alcance universal. El tambor, las creencias, en fin, todo aquello que nos ha unido a través del Caribe, del que emergió una misma identidad regional que calificamos de caribeña; en definitiva el calor físico y el humano, allá y aquí, es el mismo.

Me alegra la planta del cocuy, que no hay manera de encontrar el modo de sembrarla y que produce una de las bebidas ancestrales más llenas de encantos del planeta; me estremece el viento que curva al cují, pero no lo vence; "paro bolas" al chivo cuya capacidad de resistencia es un modelo que debemos estudiar y seguir en nuestro comportamiento los seres humanos. La simplicidad de la gastronomía regional, que puede resumirse en la versátil "arepa pelá", es ejemplo de la reserva y el ingenio del pueblo para enfrentarse a situaciones de carencias materiales extremas.

¿Qué aprecias más en la vida?

La vida misma: el amor que todo lo vence, sean distancias o barreras absurdas que hemos construido los hombres en nuestro avance ciego hacia una cultura del empobrecimiento del universo y de la Naturaleza; al amor en que se conjuga el cuerpo y el alma sin límites ni cortapisas; el filial, tan necesario, y el espiritual, tan frágil siempre, por lo que hay que esforzarse en edificarlo entre la criaturas humanas. Martí prefirió escoger del "joyero mejor" la amistad sincera antes que el amor, entendido en este caso como relación erótica de pareja. Respeto su elección; trato de colocarme en la media de su elección, para no terminar loando la soledad en lo que respecta a la búsqueda de una felicidad que ciertamente está en uno mismo y en nuestra voluntad por vivir en comunión con el hombre. Me embelezo y asombro cada día que amanece al ver tanta belleza en la mujer venezolana: y esa es una elección, una fuerza de las "afinidades electivas" de las hablaba Goethe a la que hay que prestar atención y que puede ser un motivo adicional para mi "estacionamiento" aquí en esta tierra hospitalaria donde me encuentro.

Deberías haberme preguntado: ¿qué buscas, qué pretendes alcanzar? Esforzarme por alcanzar la verdad que hay en el hombre y desentrañar el misterio que todo lo rodea; dedicar lo que resta de mi tiempo humano en serle útil al otro y en especial a su lucha temeraria por alcanzar un mundo virtuoso en equilibrio con la naturaleza y con el universo del cual vinimos y en cuyo seno deberemos reposar, aunque seamos aun en él "polvo enamorado", es decir, partículas de esa sustancia sentimental y emotiva que vibra "al menor movimiento de tu cuerpo al andar", como reza una famosa canción. Hacerlo de una manera práctica y efectiva, de manera que la gente pueda medir una gota de sacrificio más, que nos hace más humanos. Tratar de que el nuestro sea un reino donde alcancemos la justicia que impera en el universo y en cada espacio de la Naturaleza donde convivimos con otros seres que tienen la misma importancia que nos atribuimos los seres humanos, quienes debemos --por encima de cualquier otra determinación-- respetarlas y cuidarlas como a nosotros mismos o, quizá, más…

¿Algún otro mensaje?

"Crear es la palabra de pase para nuestra generación", idea de Martí que invito a compartir con mis hermanos venezolanos, a quienes quiero y aprecio. Hay que inventar a riesgo del error, si es preciso: cada cosa es hija de la historia y de las circunstancias propias; no copiar nada ajeno. Y: ¡amen siempre¡

Prof. Investigador Auxiliar Lic. José Millet

milletjb2007[arroba]gmail.com

Director del Centro de Investigaciones Socioculturales
Instituto de Cultura del Estado Falcón
Edificio Sta Rosa, Coro City, Estado Falcón, Venezuela.

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